La Nueva Cultura del Agua 

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La Nueva Cultura del Agua se basa en una nueva percepción del agua y su relación con las personas, radicalmente distinta a la que determina la actuación tradicional del estado y de los sectores productivos. En este sentido pueden distinguirse cuatro niveles de percepción del agua, estos son: el nivel hidráulico, el nivel hidrológico, el nivel ecosistémico y  el nivel holístico.(*)

El nivel hidráulico considera el agua como un recurso productivo, está encaminada a construir embalses y canales que permitan transportarla a lugares donde pueda producir su máximo rendimiento o como un medio de transporte económico. Percibe los ciclos de crecida y estiaje como males propios del  régimen natural. Su implementación provoca degradación de ríos y otros ecosistemas acuáticos además de que afecta poblaciones humanas aledañas.

El nivel hidrológico reconoce la singularidad del agua como elemento dinámico  y dinamizador, la riqueza de su ciclo y su interacción con otros elementos del medio (sequía, sedimentos, sólidos disueltos, relación con clima, aguas subterráneas, etc.). Aplica principios de cautela con el fin de preservar los principios hidroquímicos y geomorfológicos sostenidos por el agua dentro de una cuenca. Las obras hidráulicas no son consideradas como un objetivo sino como un impacto necesario cuyas consecuencias negativas deben ser previstas y minimizadas. 

El nivel ecosistémico considera además, la relación del agua con seres vivos y postula “el buen estado ecológico” de los ecosistemas acuáticos como un objetivo en si mismo y como una forma de garantizar la funcionalidad del agua como recurso productivo.    

El nivel holístico, en el que se sitúa la Nueva Cultura del Agua, engloba los niveles anteriores interesándose por las relaciones del agua con la litosfera, la atmósfera y la biosfera, se preocupa por la satisfacción de las necesidades materiales de las personas pero además por su relación con la faceta espiritual de los seres humanos.

En este nivel, un río, un lago o un bañado no solo es un sistema extraordinariamente dinámico que mantiene intricados equilibrios mediante procesos ecológicos y geomorfológicos. Sino que es también todos los sentimientos que evoca en los habitantes de los territorios circundantes, sus aportaciones a la calidad de vida de los mismos y a su conciencia de pertenencia al mismo territorio.

 

*JIMENEZ N. & J. MARTÍNEZ  2004   La Nueva Cultura del Agua: hacia un modelo sostenible de gestión hídrica. Departamento de Ciencias de la Tierra,  Universidad de Zaragoza  Zaragoza- España.